"Treinta millones de negros/transpirando en tu remera/para jugar un Mundial"
Para verte gambetear
La Guardia Hereje
¿En serio hay personas que pretenden hacernos creer que Messi es todavía más grande que Maradona sólo por el hecho que Leo acaba de ganar su tercer balón de oro consecutivo? Si, es cierto: el Diez nunca ganó un balón de oro.
No se trata de instalar una falso antagonismo, porque Lionel
es el mejor del mundo ahora, es "nuestro" y estaría bueno disfrutarlo (con la
celeste y blanca, claro). Pero Maradó está en otra dimensión.
Primero, me gustan las comparaciones. Son un desafío, muchas
veces inconducente, pero me gustan igual.
Para entrar en esta comparación, primero debería haber un
terreno de consenso: deconstruir al jugador desde las diferentes dimensiones
que lo componen. Entonces: la parte técnica, el carácter, lo que aporta
individual y colectivamente. Otra esfera es la estadística. Y, last but not
least, lo simbólico.
Desde lo técnico, Maradona es inigualable. Messi es un
superdotado. Podemos asumir que están parejos.
En carácter también parecen similares: cuando las papas
queman, toman la pelota y definen; cuando las piernas flaquean ellos aciertan;
cuando algunos se esconden ellos la piden y resuelven. Eso
es carácter futbolístico.
Pero existe otra dimensión del carácter que es el liderazgo,
que no es la expresión de bravuconadas, sino la capacidad de sintetizar
demandas colectivas, la capacidad de guiar a un grupo por un camino determinado
hacia objetivos superadores. Eso se logra desde el respeto que se impone como
profesional y también desde lo humano en la posibilidad de contener a los compañeros.
Maradona, con sus virtudes y aciertos, demostró ser un líder positivo: nunca un
ex compañero del Diez habló mal de él en tanto par, colega, compañero, capitán.
Aquí, ventaja para Maradona, aunque claro que Messi tiene apenas 24 años y un
camino que, esperemos, le brinde la experiencia para formar su carácter fuera
de los estrictamente futbolístico.
En relación a lo que aportan desde sus capacidades
futbolisticas individualmente, ambos son gemas sin comparación: deslumbrantes,
aportan un desequilibrio que ningún otro futbolista logró por sí mismo. El peso de las destrezas personales de Diego y Leo son incomparables.
Desde lo colectivo, aquí otra vez se impone Maradona que
logró hacer de un mediocre Nápoli un equipo poderoso, que invirtió
la ecuación histórica del Calcio al poner al sur mendigo como opulento rey, en
la segunda mitad de la década del ochenta. Ese Nápoli fue en una de las dos grandes de su carrera. La otra, es el título en México 86: la Argentina fue un
equipo casi perfecto gracias el altísimo nivel de la mayoría de sus
futbolistas; pero sólo podía ser campeón con un Maradona exultante como el que
disfrutamos.
Messi, en tanto, es la figura (iba a decir el conductor pero
claramente no lo es, o al menos no lo es la mayor parte del tiempo; Messi es el
DEFINIDOR del Barcelona) del mejor equipo de los últimos tres años, que aspira
a ser considerado como uno de los mejores de todos los tiempos. Terrible mérito
el de Lionel pero: ¿Barcelona sería lo que es sin Leo? Probablemente no.
¿Barcelona sería uno de los mejores equipos de los últimos años sin el
rosarino? Probablemente si. Messi le otorga un salto de calidad intergaláctico
al Bar}a, pero no lo constituye intrínsecamente. Sin Maradona, aquel Napoli y
aquella enorme Selección Argentina no hubiesen ocupado el lugar en la historia
que hoy ostentan. (Fíjese que ya estamos en la tierra de lo contrfáctico).
Desde la estadística, Messi es un extraterrestre: los
números que grafican su carrera deportivo son sencillamente perfectos. Títulos,
goles, asistencias, finales disputadas y ganadas, logros, premios,
distinciones, dinero ganado etc. Todavía con, por lo menos, la mitad de su
carrera por delante, lo de Messi es aritmética: perfecto. O casi, porque la
Selección es para Leo un terreno demasiado pedregoso aún.
Finalmente, lo simbólico. Básicamente, Diego es uno de los mitos que nos dan
identidad como argentinos. Un mito que conjuga una experiencia histórica
umbilicada a los más caros sentimientos de una gran parte de los argentinos (la
historia del pibito hunilde de la Argentina profunda), un carácter indomable y una enfermedad dura. Pero, sobre todo, una extraordinaria capacidad deportiva, un talento descomunal que incluye el ADN de cierta idiosincracia argenta, y
una personalidad deportiva inigualable. Maradona despierta amor y odio reales.
Genera sentimientos.
Por otr olado, Messi es aséptico. Construye admiración con
su talento y su apabullante capacidad para hacer cualquier cosa adentro de una
cancha de fútbol, replicada por miles de millones a través de la TV e Internet.
El Barcelona construye sus emporios en Asia a través del producto Messi. Debe
ser uno de los tipos más conocidos del planeta. Pero todo eso está despojado de
una dósis identitaria.
El punto es que, a diferencia de Maradona que logró
raigambre popular en Boca y en la Selección (ni hablar de Nápoli, donde es
venrado a la altura de San Genaro), Messi construye su fama y respeto desde el
poderoso Barcelona, conquistando todos los títulos que se le pongan adelante y
obteniendo las distinciones que el stablishment ofrece. No hay allí una
dimensión identitaria. No hay hazañas que construyan lazos
"sanguineos" fuera de Catalunya.
Messi representa (y esta no es una condición deseada o buscada por el increíble rosarino) la histeria de la industria cultural: chinitos
exaltados buscando una instantánea en Abu Dhabi con el smartphone.
Maradona, en cambio, es un tatuaje de su cara en el hombro
de un pibito de La Matanza; y es su firma estampada en la luneta de una 4x4 en
Cariló.
Alguna vez dijo Néstor Kirchner, con la libreta de almacén
en la mano en la que llevada minuciosamente anotados los números
macroeconómicos de su gestión de gobierno, que los presidentes son personas
comunes en circunstancias excepcionales.
Maradona fue un hombre con un
comportamiento deportivo excepcional en circunstancias excepcionales, algunas
de ellas irrepetibles (¿vamos a volver a tener un duelo como el que tuvimos con
Inglaterra en 1986?)
¿Cuándo sabemos que estamos en presencia de un vínculo
profundo entre un tipo y el Pueblo? Cuando lo reflejan los artistas: ¿cuántas
canciones sobre Maradona, el Gordo, el Diez o D10s hay? ¿Cuántos relatos como
el de Víctor Hugo del gol a los ingleses, con esa carga emocional que sobrepasa
largamente lo estrictamente futbolístico, existen sobre un gol de Lio?
Ahí hay una es parte de la respuesta: Maradona juega en una
dimesnión en la Messi probablemente nunca llegue, a pesar de ganar 15 Champions
League. Diego juega con Perón, Evita y Gardel. Messi, en tanto, destroza a...
Cristiano Ronaldo.
Desde lo simbólico, Maradona golea. Y cada vez que en este
país se intente descifrar quien es mejor, lo simbólico es un área insoslayble.
En lo futbolístico, son parejos. Pero Messi todavía tiene la mitad de su
carrera por delante.
Mientras disfrutamos a Maradona, esperamos las canciones al
gran Lio. Van a llegar cuando gane el Mundial para todos nosotros. En tanto,
será uno de los más grandes de la historia. No a la altura de Diego ni en esa
galería de mitos argentinos... al menos por ahora. El talento de Messi (tan argentino
como el del Diez) podría hacerlo posible.