domingo, 1 de mayo de 2011

TRABAJADORES y MILITANCIA: RETRATO SESGADO DEL TIEMPO HISTÓRICO

ESCENA 1 – Semana Santa
Sentados sobre una gran piedra en el medio de un brazo del río San Antonio, a 50 km. de Còrdoba capital, la discusión es sobre política. Es la tardecita y el sol se va poniendo entre las sierras: la temperatura primaveral y el rumor sereno del río que baja desde las altas cumbres invitan al hedonismo fugaz sintetizado en esas botellas de vino espumante que van vaciándose. Sin embargo otra vez, como siempre desde hace varios años, como marca la dialéctica de este tiempo histórico, hay una discusión política. El disparador fue una sentencia sobre Hugo Chávez: Fernanda dijo “se lleva todo por delante, sus formas son autoritarias”. Cuando la interpelaron y le propusieron debatir temas puntuales sobre el bolivariano escapó. Repetía, maquinalmente, los clichés del discurso hegemónico de los medios opositores: que las formas, que el tono, que la postura.
El grupete sobre la piedra está compuesto por jóvenes: estudiantes, profesionales, militantes, laburantes. Entonces Belén, que de política sabe nada y entiende menos pero que embebida por la impronta de 2 hermanos militantes empieza a sentirse parte de algo que se construye todos los días y de lo que no está dispuesta a evadirse o a permitir que se lo cuenten desde la TV, arroja una impresión: “Pienso que durante mucho tiempo nos moldearon a su medida; nos faltó educación…mejor dicho la educación (refiere a la formación: primaria, secundaria, facultad) que nos dieron fue como que nos durmió o algo así”.

ESCENA 2 – Acto por el Día del Trabajador en la 9 de Julio
Hugo Moyano está por finalizar un discurso redondito, pensado, pulcro; repleto de citas sobre las reivindicaciones históricas que el proyecto político instaurado el 25 de mayo de 2003 ofreció a los trabajadores (paritarias, creación de millones de puestos de trabajo); reconociendo la “revolucionaria” AUH y la ley de medios; presentando sus demandas (ley para la participación de los trabajadores en las ganancias de la empresas, lugar en la gestión para los trabajadores). Moyano, que en 1994 creó el Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA) para combatir por los derechos de los trabajadores que el Menemato aplastaba todos los días y que fue uno de los primeros que pidió la salida de la convertibilidad, acababa de finalizar una pieza conceptualmente sólida, sin fisuras políticas y con un tono constructivo (mientras veía a Hugo, escuchaba a Facundo. Es innegable ya la influencia del menor de los Moyano, el mejor cuadro político de la Juventud actual). Sin embargo, desde la cadena nacional de medios opositores, sólo atinaban a marcar la ausencia de CFK (se encargaron de ocultar el cierre de discurso del camionero que alineó a Perón, Evita, Néstor y CFK y en el que pidió la reelección de la actual Presidenta) y subrayaban como esencial el pedido de Moyano por lugares en la gestión para sus compañeros gremialistas. Al mismo tiempo, las pantallas divididas de TN y C5N devolvían el casamiento del Príncipe de Inglaterra. Algunos periodistas llegaron al paroxismo de la boludez: realzaban la pulcritud y el orden de la multitud que presenció la boda Real, sostenían que eso era una muestra de seguridad mientras las cámaras en la 9 de Julio se empeñaban por encontrar alguna desprolijidad en una desconcentración que fue ejemplar. Mientras tanto, en Twitter, los más obtusos se burlaban de las eses que se comía Moyano y de la cantidad de “negros” que asolaban la CABA.    

La cotidianidad furiosa de este tiempo histórico no para de ofrecer escenas paradigmáticas. Absorber y decodificar sus nudos conceptuales requiere de un esfuerzo enorme para estar a la altura. Sin embargo, la inconmensurable tarea de encontrar ubicuidad histórica está reservada para unos pocos. Uno de ellos nos dejó recientemente. Otro de los cuadros con esa capacidad conduce los destinos de este país. La “puta suerte” (dixit JPF) del peronismo.
En 40 años, cuando el repaso de este tiempo nos sumerga en una nostalgia orgullosa, quizás aquella impresión que arrojó Belén durante la discusión en el río, sea una verdad constatable. Quizás la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual haya sido reemplazada por una ley mejor, propiciada por un escenario político pletórico de complejidad protagonizado por espacios que pujan por imponer proyectos antagónicos, pero todos funcionales a la construcción de un país mejor, pero ajenos a las prerrogativas de las corporaciones que solían encontrar en los políticos a gerentes de sus intereses económicos. Quizás la educación haya corregido su rumbo y sus bases programáticas para desentramar nuestra historia y nuestro presente desde una visión alejada de los sectarismos y la versión liberal, más ligada a un revisionismo latinoamericanista que nos introduzca en el mundo a partir de nuestras raíces comunes.    

Así entonces, quizás se pueda verificar que la historia del movimiento obrero, que la historia de los trabajadores y las vejaciones que impusieron el Plan Prebisch, el consenso de Washington, la escuela de Chicago, la flexibilización laboral, la reforma laboral del 2000, es la historia de nuestros tormentos como sociedad. Que esa historia es nuestro ADN compartido. Que los trabajadores organizados no son enemigos de la clase media ni de los pobres, ni siquiera de las clases acomodadas (salvo que estas respondan a intereses foráneos en detrimento de los intereses de la patria), sino que los trabajadores organizados son la síntesis de los derechos laborales garantizados y son también la garantía de una sociedad más justa, equitativa, igualitaria. Quizás,  en ese tiempo, los jóvenes no descansen en preconceptos vacuos como el “negros de mierda” para reafirmar su identidad, sino que construyan un yo político sobre el debate del Programa Huerta Grande de 1962 y el Programa de La Falda de 1957 y sobre las conquistas y los progresos conquistados por la Juventud Sindical, por La Cámpora y el Movimiento Evita.

Quizás seamos todo eso.

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