miércoles, 13 de abril de 2011

El acceso al voto en la historia: Pino, Sarmiento y Guizot

Matías Giannoni

El proceso de las luchas por la extensión del sufragio universal se remonta muy atrás en la historia de la modernidad. Hay que remitirse a la Inglaterra en la que Burke creaba el primer gran argumento corporativo en el que se decía que con que estuviesen representados los intereses generales del comercio, la industria y el campo, un parlamento estaba completo, y que no había necesidad de que todos votaran, porque los representantes de estos sectores eran los que podían “entender mejor” lo que la nación necesitaba.


Pero hay cierto personaje en la historia de la Francia pos revolucionaria que merece especial atención. Francois Guizot venía de una tradición liberal (liberal en el siglo XIX, que en esa época era lo que hoy es ser de izquierda), pero luego de varias idas y venidas, como era tan liberal, y creía tanto en la libertad, terminó por alinearse al gobierno de Luis Felipe de Orleans, volviéndose uno de los principales agentes del régimen que restauraba el antiguo régimen en Francia.

Incluso participó de un grupo de intelectuales llamado “doctrinarios”, cuyo respeto estricto a la “doctrina” supuestamente revolucionaria, los llevaba a decir que solo podían votar las clases medias con acceso a cierto nivel de ganancias. Estaban tan en contra de los poderes constituidos de esa época, como la nobleza y la corte absolutista, que por las dudas le negaban el voto al pueblo por considerarlo poco capaz de elegir. ¿Extraño no?

Pero si pegamos un salto al charco y venimos a nuestra Argentina naciente, encontramos a uno de los “proceres” renombrados, que decía algo parecido. Sarmiento, el supuesto inventor de la educación pública, era un férreo opositor al sufragio universal. Entre otras cosas (además de que la sangre de los gauchos era un buen fertilizante para nuestras pampas) decía que había que “educar al soberano”, que a este pueblo no se le podía dar el voto, porque iba a “votar mal”, porque no estaba capacitado para votar.

A este panteón de defensores de la democracia restringida a unos pocos, debemos agregar a otro "iluminado" de vanguardia. Pino Solanas, a partir de sus declaraciones (“las provincias pobres tienen un voto de mala calidad”) ingresa a la galería que habitan Francois Guizot, que quería que solo la clase media comercial y pensante votara, y a Sarmiento, otro que no quería que el populacho votara.

Si el argumento de Pino es tan espontáneo como parece, entonces debemos reconocerle la originalidad del planteo, que en otras palabras dice “si sos pobre, sos ignorante, por lo tanto tu voto no sirve”.

La historia concluye con el pueblo luchando, con verdaderos revolucionarios encabezando revueltas en las calles luchando por la ampliación del sufragio. Cuando el gobierno de Luis Felipe ya no resiste más, le pide consejo a su querido ministro Guizot, que responde con lo que cualquiera que piense como el habría respondido (y estas fueron las últimas palabras de la vida pública de Guizot):

“Ya no somos ministros de Su Majestad y toca a otros decidir, pero una cosa es evidente: la revuelta callejera debe ser detenida; sus barricadas tomadas; y para ese trabajo me parece que el mariscal Bugeaud debe ser investido de plenos poderes, y ordenar tomar medidas militares, y como vuestra Majestad no tiene ministro en este momento, estoy dispuesto a supervisar y confirmar tales órdenes”

Un hombre tan preocupado por la libertad, termina su carrera diciendo que lo mejor es entregarle el poder absoluto a los militares.

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