miércoles, 9 de febrero de 2011

MANO DE OBRA ESCLAVA


Por BERTIZTUA
Un visitante inglés fue invitado a la estancia de Patrón Costas allá por las primeras décadas del siglo XX. Después de la cena y la consabida charla de sobre mesa fue acompañado por uno de los sirvientes hasta los aposentos donde se albergaban huéspedes y convidados.

El hombre ya estaba casi dormido cuando percibió muy fugazmente una pequeña sombra que se escabullía sigilosamente desde la puerta hacia los pies de la inmensa cama donde descansaba. Brevemente vislumbró la silueta de un niño desnudo que se acurrucaba en el suelo de la habitación amplia y ventilada.

Era verano, apenas lo nocturno refrescaba y la luna se reflejó en lo cobrizo de la criatura encorvada. Su espaldita casi entonces ya era de plata en aquella visión pegada a las patas del inmenso lecho.
Retomando el sueño aquél tipo rubio acaso murmuró: “extrañas costumbres la de esta gente paisana”,, cuando ya casi roncaba.

Amanecido, el hombre se levantó y el criollito ya no estaba. Bajó, desayunó con el estanciero y mientras acomodaba el equipaje, buscando satisfacer su curiosidad antes de la partida, relató su breve sobresalto por la imprevista visita nochera. Hablo del niño desnudo durmiendo a sus pies y quiso saber el por qué.

“¡Ah! “Sonrió el estanciero y dijo “No se extrañe amigo, se lo mandé para que no lo jodieran los mosquitos”.

Este relato no recuerdo como llego hasta mí, tal vez alguna lectura seguramente de mi padre; pero Robustiano Patrón Costas fue un poderoso estanciero de la más rancia estirpe oligárquica y ademas gobernador de Salta.

Estas líneas tal vez expliquen la mirada de algunos personajes contemporáneos sobre los morochos y despojados.

Tal vez se entienda la justificación de algunos sobre la mano esclava.
Tal vez se conciba que todos somos iguales pero algunos tenemos distintos deleites, diferentes gozos o compasivos modos, especialmente si de humanidad se habla.

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