jueves, 10 de febrero de 2011

LATINOAMÉRICA

Las canciones, las poesías, los cuentos, las novelas o los artículos periodísticos. Todos ellos pueden ser valientes o certeros; bellos hasta lo inquietante. Los hay en la vereda de enfrente: herejes contra la tradición popular, cipayos. Los que abjuran de sus raíces genéticas. Los adoradores del perfume francés, el tea time (y del Tea Party yanqui) inglés, de los intelectuales alemanes y de las grasadas yanquis.
Vivimos también a través del arte, que suele enroscarnos con su optimismo y su belleza holística. Calle 13, el Residente, nos hace mover el culo hasta a los que nacimos privados de cualquier virtud para bailar. Rima el boricua: filosa la lengua, la pose anti-establishment y popular. "Adidas no me usa, yo estoy usando Adidas". ¿Es una forma de batallar? Sí. Ponele que si.
Hay otra forma. Paralela. Más importante, claro. Porque es vital. Alejada de la concepción del arte que emana de la colonización cultural. Alejada de los parámetros aceptados por la sociedad neoliberal. La política es la forma. El modo. El fondo (lo profundo, lo entramado). Ponele: un Flaco ambicioso, sin miedo al poder. Con avidez de poder. Con una concepción de la política, de la cosa social y de la economía ligada a la inclusión y al desarrollo. Con un olfato que le permitió entender como nadie su tiempo histórico. Desde el sur del sur, unificó y consolidó ese eje porque pensó a esta parte del mundo en una alianza regional básicamente desde lo económico para descolonizar lo simbólico. Ser socios estratégicos, reforzando las razones duras con la sangre: la historia común compartida (de expoliación, de robo y dominación pero también de riqueza natural y cultural), las tradiciones. La cosmovisión de nosotros mismos: recuperar el sentido de pertenencia, el espíritu combativo.
Como algunas canciones, cuentos o novelas, el chavón fue certero y valiente. La belleza de su trabajo, inquietante hasta el punto de resquebrajar los cimientos opresores de una sociedad, es un legado a recojer.    



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