domingo, 9 de enero de 2011

SOBRE LAS PROSTITUTAS Y LAS DAMISELAS NAC&POP: LA REVOLUCIÓN TURRA DEL PO

Che, hablando de la damisela nacional y popular que se terminará prostituyendo...

Cuando me vine a vivir a La Plata conviví en un pensión con putos, borrachos, drogadictos, indigentes, abandonados por sus familias, derrotados por la vida, un héroe ex combatiente de Malvinas que vivia peor que yo y gracias a la gracia lisérgica de Rivotril y parecidos (cambiaba, Malvina -así le decíamos- una tableta de Rivotril por un 25 de faso. La esposa, una peruana que laburaba todo el día, lo cagaba a palos cuando se enteraba de esas transas) y putas. Varias. Prostitutas de calle, aún cuando en La Plata se sabe que las calles son de los amigos travestis. Estas dos señoras laburaban en la esquina de 1 y 58, al lado de la cancha del Pincha. Cuando yo salía de la facu, a la nochecita (del verano, en invierno ya era noche profunda), ya estaban trabajando.

Siempre me preguntaba cómo sería el trayecto de vida que te lleva a la prostitución. Digo, en caso de que no sea una elección personal en medio de las tantas que las condiciones materiales de existencia nos dejan a mano. Es decir, yo pensaba que nadie que pudiese elegiría ser puta. Después me enteré que era posible eso: elegir ser puta. Pero son las menos. Creo.

Una noche rara de invierno, de esas típicas de la pensión (creo que el tiempo, tan espeso ahí adentro, estaba desacoplado del tiempo "real", ese en el que se manejaban mis compañeros de la facu o en el que se manejaban los que comían en el restó de la otra esquina) terminé hablando de la vida con las dos putas (2 tipas de más de 40 años; muy feas, las caras ajadas y con marcas profundas, súper maquillados esos rostros para disimular el destrato de la vida; regordetas, con terribles flotadores producto de la ropa demasiado ajustada que se ponían no sólo para laburar. Mucha teta. Mucha. Mucho olor a un perfume parecido a un desodorante de ambiente. Las extensiones baratas y de color indescifrable que tenían en el pelo hacían más grotescas sus caras). Rara esa noche: un par de botellas de vodka barato y Fanta. La cuestión es que terminé boludeando con las dos señoras.
La cuestión era más bien simple. Una de las dos, había tenido una familia más o menos como manda el manual blanco de la argentinidad: se juntó con un tipo, tenían una casita, una hijita...pero el chavón era un borrachín que la empezó a cagar a palos y que después, cuando se quedó sin laburo, pretendía que ella se prostituyera para parar la olla. Después de comerse varios garrotazos, esta señora agarró a su hijita y se tomó el palo. Pero la nena vive con la abuela y ella es puta porque no tenía "otra salida".
La otra señora heredó la profesión como una especie de mandato familiar. Siempre fue. "Iba a ser así y fue así."

La damisela nac&pop, en tanto, parece ir por un camino diferente de aquel que con certeza marcan los compañeros del peó. Digo, desde el regreso de la democracia durante mucho tiempo no hubo una "damisela nac&pop". No la hubo. No existió. En su lugar, había parientes lejanos que decían tener esa herencia sanguínea. Pero, al fin, terminaron en un incesto escandaloso, desvirtuando y deformando el ADN nac&pop. Un día, sin que existieran certezas al respecto o grandes esperanzas, este tiempo histórico parió a una nueva damisela nac&pop. Muchos de los que estamos adentro ni siquiera nos percatamos de su nacimiento. Llegó por sorpresa, con un rostro nada estético y con formas desagradables para la impostura republicanista de los poderes concentrados. Llegó, la damisela, Krispada. Y los que no la elegimos en su nacimiento, la elegimos en su niñez o en su adolescencia.
Ahora, la damisela no está librada a la pobrísimas condiciones materiales y culturales de existencia que impusieron, durante décadas, los agentes políticos  y económicos locales del entreguismo. Ahora es una damisela fuerte, casi casi una Señora CON LOS OVARIOS BIEN PUESTOS, mientras las que parecen prostituirse a cada segundo son esas señoronas de inmenso ojete que gustan al sacarle el cuero a todos mientras no hacen nada y, por atrás y con disimulo, se dejan cojer por los señores de traje de siempre. Y nadie sabe por qué y para qué. Supuestamente, estarían haciendo la revolución. La revolución turra.

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