jueves, 31 de diciembre de 2009

SALÚ



Alto, bien alto y bien cerca de algún cielo o un lugar utópico o un paraíso de textura popular, allá, bien alto, las copas –los vasos, las botellas, los cartones- para celebrar con lo que sea que haya pero cerca de los seres queridos y blindados con la impronta de la resistencia peronista, nacional y popular, por un 2009 revelador y por un 2010 que será de militancia absoluta y pasional.


En pocas horas, estaremos entrando en una nueva década y dejaremos atrás un decenio marcado por una dicotomía fulminante: por un lado, la decadencia irreversible del neoliberalismo –salvaje, atomizador de la sociedad, entreguista, cipayo, tinellizado, menemizado, políticamente inverosímil- y de una forma de real-politik rancia, generadora de los despreciables burócratas funcionales, umbilicados filialmente a un pejotismo –digo pejotismo, pero la réplica en otras estructuras es igual; sin embargo, la revulsión debería ser intestina- barato, superficial, sin otro compromiso que la fidelidad repugnante a la individualidad, a los deseos de eternidad en esa burocracia empalagosa de tan tilinga: la desidia y la mecanización de la mediocridad son sus virtudes; por otro, desde 2003 a esta parte, el comienzo de la vuelta a las fuentes –la fuente, esta claro, es Perón: la dignidad del trabajador, el 17 de octubre, la redistribución, la Justicia Social, la soberanía política, la independencia económica, el trabajo pleno, el crecimiento social, cultural y económico, los debates profundos que fueron y son viajes introspectivos hasta la médula de nuestra conformación identitaria como país, la búsqueda de modelos de acumulación y de producción que integren. La enumeración es apenas ilustrativa, el abanico presentado es incipiente y demasiado escueto ante la magnificencia del Movimiento- y la esperanza renovada en la posibilidad de un cambio significativo personificada en Néstor y Cristina Kirchner pero, principalmente, sostenida por el CAMPO NACIONAL Y POPULAR.

El maniqueo devenir de la política nacional a lo largo de estos 10 años tuvo, en 2008 y 2009, el paroxismo de los duelos antagónicos: por primera vez en 50 años, y a pesar del esfuerzo denodado de las cámaras patronales empresarias, del partido mediático y de los poderes fácticos, el debate por el modelo de país a seguir se instaló con crudeza. El rigor de la discusión planteó, per se, dos posturas incompatibles: la perpetuación del modelo excluyente del primer centenario, o el reverdecimiento del modelo inclusivo –aggiornado al siglo XXI, por supuesto- que Perón comandó entre finales de los 40’ y mediados de los 50’.

El Kirchnerismo, con falencias flagrantes, con errores indisimulables producto de su propio ADN a la hora de hacer política real, con asperezas en algunas formas y con miopía en varias de sus observaciones globales, pero subido en su fuerza transformadora, respaldado por su espíritu combativo, blindado en su memoria, fundado en su iniciativa política, caracterizado por una impronta ……

En el largo y sinuoso camino de las trasformaciones incompletas, de las medidas necesarias por tomar, de las reparaciones históricas que faltan encarar, de las miserias internas, el Kirchnerismo –las virtudes no están aquí, las enumeramos a lo largo de todo el año, y la ocasión es propicia para ahondar en el debe- es el camino. Lo que hay enfrente, además, no hace más que empujar para este lado.

Entonces, levantemos las copas, brindemos para que el 2010 sea el año del salto de calidad para hacer del Kirchnerismo un trampolín hacia un tiempo histórico superador: nosotros, la militancia, militaremos pues con el corazón, con pasión, con esfuerzo, creatividad, solidaridad, con la generosidad del que espera que, de una buena vez, se termine de dar el volantazo para dejar de lado aquello que empezamos a olvidar en 2003, pero que de vez en cuando amaga con volver de la mano de los miserables atávicos.

Para eso, el campo nacional y popular espera con los brazos abiertos la oportunidad de ser las bases de sustentación real de este proyecto porque aquí reside la potencia transformadora que el Kirchnerismo necesita por encima de alianzas electorales rancias, de conveniencias espurias, de estructuras de poder anacrónicas.

La cabeza para imaginar, crear, debatir y gestionar; el corazón para ser fieles y sostener las convicciones; y el cuerpo, para aguantar.

¡Salú’ compañeros!

Abrazo peronista y kirchnerista.

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